Domingo XXV del tiempo ordinario C
22.09.2019 – Domingo XXV del tiempo ordinario C
EVANGELIO (Lc 16, 1-3)
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.”
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”
Éste respondió:
“Cien barriles de aceite.”
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.”
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos, amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, ¿quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor
Reflexión: San Pablo escribe a Timoteo: “Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto. Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
La oración por quienes tienen la autoridad y gobiernan los pueblos está arraigada en el Evangelio. En la oración universal, es decir, en las peticiones de la misa, es frecuente hacer referencia a ello. Y aunque no se hiciera en público, es de justicia rezar aunque sea en privado por nuestras autoridades no sólo en el campo político, sino económico, cultural, etc.
La vida social es un entramado de personas y estructuras cuyas acciones han de dignificar la vida de las personas, y la de un pueblo o un estado para “llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto”. Es un derecho fundamental de los pueblos vivir en libertad, justicia y paz.
Quizá la palabra autoridad se reduce con demasiada frecuencia a los políticos. Y es cierto que en el ambiente general, y también entre ellos mismos, la crítica está a la orden del día. Lamentable.
Si un cristiano cae en esa crítica constante, sin aportar soluciones o quedándose en una descalificación personal de ciertos personajes, comete dos errores de bulto: el primero es que comete un pecado del que luego se ha de confesar; el segundo es que la crítica es estéril, no aporta nada y encima me hace mal a mí y no al personaje que crítico.
En cambio, el que reza por las autoridades —insisto: no sólo en el campo político— se apunta dos aciertos: primero, que la oración le hace bien a uno mismo en la medida en que nos ponemos en presencia de Dios para interceder por algo determinado; segundo, que contribuyes con el arma más poderosa que hay para cambiar el mundo, la gracia de Dios. Ésta mueve corazones, reconcilia las ofensas, aúna voluntades, guía nuestras buenas acciones.
Cristo hace referencia también en el evangelio al oficio de administrar. El que tiene autoridad tiene la obligación de administrar bien. Cuanto más alta sea la responsabilidad, más difícil es la tarea encomendada, y más dificultades surgen.